febrero 14, 2007

Me ha dado por leer libros chiquitos

Pensamientos y rivarolianas, de Antoine de Rivarol

La brevedad me permite leer en cualquier parte y la concisión de los pensamientos me estimula más que otros textos más largos. Además, lo admito, me encanta la sensación de estar leyendo mucho.

Como librero, me encuentro con personas que se ocupan de los precios de estos libros pequeños. Precios altos, si se quiere, comparados con los de obras más extensas, y a condición de creer que el precio depende del peso del papel y la tinta.

Jordi Nadal me escribió hace poco, a propósito de los precios: "sabes? es hora de poner corazón y talento a las causas que uno siente que tienen sentido y empezar a decir que los libros tienen que tener un precio más acorde con su valor... Todo es perfume, pero uno es barato y otros son chanel. Habrá que empezar a defender la diferenciación, y, por tanto, especialización, entre valor y precio".

Me acabo de topar con este librillo que queda de maravilla para entender el tema, porque, cuánto pagarías por esta frase:

"El deseo que habla y que grita es siempre torpe; es al deseo que calla al que debemos temerle"
Yo gustosamente pagaría unos 50 centavos, si me la vendieran, sólo por esta frase.

Y esta otra:

"Hay que matar el orgullo sin herirlo, pues si lo herimos no muere"

¿Otros 50 centavos? Seguro que sí.

"Las zarzas cubren el camino de la amistad, cuando no se transita demasiado".
Fácilmente 5 quetzales y lo que me cueste pagarle una copa al amigo en el que pienso y que no he visto en meses.
"La gloria no es más que humo, estoy de acuerdo, pero el hombre no es más que polvo"

¡Vaya forma más dulce de "humillarnos" y amorosa de exaltarnos! Esta no tiene precio.

Estos pensamientos, junto con otras 40 páginas de ellos, provienen todos de
Pensamientos y rivarolianas, un rescate que, gracias a la edición y traducción de Luis Eduardo Rivera, hace la editorial Periférica de Antoine de Rivarol. Al detalle, los aforismos saldrían carísimos. Gracias a Dios, los pusieron todos juntos en un librito y salen, al por mayor, baratísimos.

Precede a la selección de aforismos, como bonificación, una introducción concisa pero completa a este singular e incisivo personaje de la Francia del siglo XVIII. Le sigue una sección de "rivarolianas" (anécdotas, a cual más jocosa y mordaz, de su vida), una cronología vital y una exhaustiva bibliografía del re-descubierto autor.

(Estoy pensando vender este libro por televisión, al estilo TV-Offer, por todo lo que trae gratis, además de los aforismos, ya de por sí casi regalados.)

Ya se enterarán si consiguen esta joyita, pero para quien admire a Lichtenberg y venere a Voltaire, conocer a Rivarol le parecerá agradablemente familiar a la vez que singularmente estimulante. En nuestra admiración por él, coincidiremos entonces con Balzac, con Sainte-Beuve o con Ernest Junger.

"La grandeza de un hombre es como su reputación: vive y respira en los labios de otro."

Hacía falta un otro tan generoso como Luis Eduardo Rivera para rescatar la grandeza y reputación de un pensador tan importante como fue Rivarol. Gracias Luis Eduardo, lector incansable, escritor brillante y compatriota erudito.

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