mayo 06, 2007

Velador de noche, Soñador de día, de Luis Eduardo Rivera.

Poner al día mis “fichas de lectura”. Siempre he sido tenaz, pero nunca constante. Quien sabe, talvez estos ejercicios me ayuden.

Velador de noche, Soñador de día, de Luis Eduardo Rivera.

Ya le daba las gracias antes a Luis Eduardo por su traducción de Pensamientos y Rivarolianas antes. Éste es el primer libro suyo que leo. Suerte de diario de vivencias de un guatemalteco en Paris, trabajando de velador en un hotel. Sus aventuras, sus disquisiciones de escritor, su búsqueda de identidad, de sentido en una juventud que es cada vez menos y en una camino que no puede ser sino dudoso.

Un diario es siempre polimórfico, un género apátrida de la literatura, una especie de no man’s land del espíritu”. No se espere encontrar otra cosa que ese relajo en esta “novela”.

Sin lugar a dudas, prefiero el diario a la novela, quizás por su acercamiento al ensayo, que es mi verdadera debilidad.

Nunca logré convencerme de que el narrador fuera otro que Luis Eduardo. No me parece que necesite ser otro. Raúl por todas partes. De la Horra, por supuesto, a mitad el que conozco ahora, a mitad el de “Se acabó la fiesta”. Deberé leer algo más de ambos para ver si salieron de la catarsis autobiográfica.

Aunque se trata de un buen retrato del ya a estas alturas cuasi folclórico intelectual latino en Paris, aunque con su particularidad chapina, no es un escrito que etiquetaría de esencial. Su lectura sin embargo es agradable. ¿Qué más se le puede pedir a un libro?

Rescatables, sobre todo, los textículos y las tatologías, reflexiones al margen de la trama, y otra puntadas parecidas. Paso las hojas de retroceso y encuentro algunos ejemplos al azar:

“Soy lo que soy, un típico guatemalteco: tímido, observador, suspicaz, atento, reservado, provinciano, Taif. Nada de esto está dicho para demeritar el espíritu chapín, simplemente somos así, producto de ciertos rasgos muy particulares de nuestro mestizaje” “Eso es algo que por un lado me complace y por otro me fastidia.”

“Tengo la impresión de que mientras más literatura leo más ignorante me vuelvo en otros aspectos; lo cual tampoco significa que me sienta literariamente más culto”

“Tengo treinta y tres años y vivo todavía en un cuarto de azotea”… “ Hace más de nueve años que resido fuera de mi tierra y aún me sigo sintiendo de paso”

“Tratando de evitar el ridículo, uno siempre termina por hacerlo. El tímido, enemigo visceral del ridículo, lo sabe muy bien”

No hay comentarios.: